lunes, 24 de febrero de 2014

Las autoridades de Tlaxcala saben quién hace trata de personas, pero simulan: ONG; es la Meca de proxenetas.

La prostitución forzada en Tlaxcala es un viejo fenómeno de más de medio siglo que se ha extendido con la globalización. El mercado crece y también el número de proxenetas. El tradicional y jugoso negocio está sustentado en el amor, el engaño y el temor. Las jovencitas son conquistadas por hombres que conocen al dedillo el barroco arte de la seducción. Cuando las muchachas están perdidamente enamoradas del galán, éste les propone matrimonio o huir con él. Ahí empieza su desgracia. Los traficantes las convencen de que con la prostitución podrán salir de los problemas económicos. Les juran que será temporal y que después tendrán asegurado un porvenir lleno de comodidades. Luego tienen hijos con ellas y se los arrebatan para garantizar que no huirán. Todo aderezado con terror, violencia y feminicidio. Las víctimas de la trata y prostitución forzada proceden de los sectores más pobres de México y muchas veces son indígenas. En algunos casos se les ofrece un empleo, en otros, las migrantes centroamericanas son simple y llanamente secuestradas. La fabricación de deudas es también un mecanismo para “enganchar” a mujeres y niñas. Les arreglan abortos, les venden la ropa, los zapatos y el maquillaje que las hace “apetecibles” y ellas pagan todo con trabajo sexual. “La trata de personas es un tipo de violencia sexual extrema. La prostitución obligada causa daño físico, emocional y psicológico”, dice a Radio Nederland, Ana Rosa Ortega, del colectivo Mujer y Utopía AC del estado de Tlaxcala. –¿Cómo nacieron estos grupos de tratantes de mujeres? –Son pueblos enteros que se dedican a la trata; se protegen entre sí y son ellos los que aportan mayor cantidad de dinero a las poblaciones, tanto en fiestas patronales como en carnavales, y por eso sus comunidades los arropan. Es un viejo fenómeno de décadas. Empezaron prostituyendo a las mujeres de sus propias familias y luego buscaron más mujeres en otras poblaciones y en otros países. todas estas cuestiones nos hacen preguntarnos, ¿saben las autoridades sobre esto? –Sí, por supuesto, las autoridades municipales y estatales lo saben. –Últimamente las autoridades estatales han tratado de simular que hacen algo en contra, al tiempo que observamos un mayor número de niñas desaparecidas y en la mayoría de los casos, están ligados a la trata de personas. Hay una ley estatal en contra de la trata de personas que igual que otras leyes, se han quedado en letra muerta. –¿Son sólo familias o también trafica el crimen organizado? –En un inicio eran solo familias, ahora éstas se están involucrando con otro tipo de redes. Muchas mujeres que fueron prostituidas ahora se dedican a cuidar a los hijos de las nuevas mujeres que empiezan a tratar. TLAXCALA, LA MECA DE LOS PROXENETAS De la misma manera que un pedófilo es experto en niños y sabe cómo acercarse a ellos, los proxenetas saben qué decirle a las muchachas. Lo más importante es que las escuchan. Les preguntan que quieren hacer en el futuro, qué cosas las hacen felices y ya que tienen una idea de la personalidad y aspiraciones de la joven, le prometen un mundo de fantasía, una utopía que sólo podrán alcanzar viviendo con él. Como parte del engaño, una pareja mayor se hace pasar por padres del proxeneta para pedir la mano de la muchacha. Una vez en las garras del traficante, las jóvenes son enviadas a burdeles de todo el país. De Tlaxcala ha salido el mayor número de jóvenes engañadas y prostituídas de México. Según los cálculos del antropólogo Oscar Montiel Torres, la mitad de la población de Tlaxcala es proxeneta. Su tesis de posgrado titulada “Trata de personas: padrotes, iniciación y modus operandi”, es el estudio más amplio que existe sobre el tema Los proxenetas de Tlaxcala cuentan con toda una red familiar de apoyo, con la complicidad de amigos, compadres, vecinos y tal parece que también de las autoridades locales. Cada año, miles de muchachas son enganchadas por hombres predestinados a ser padrotes desde su infancia al sur de Tlaxcala, en los pueblos de cinturitas que difícilmente aparecen en los mapas de México, pero que siempre resultan enlistados en las cartografías de la explotación sexual mundial.

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